lunes, julio 17, 2006

De dónde venimos, a dónde vamos

Esta semana inauguramos un ciclo filosófico que pretenderá responder a las grandes preguntas de la Humanidad, nótese la hache mayúscula. Dejaremos sin comentar el olor a humanidad del metro, con hache minúscula, para mejor ocasión.
Como decía, el Hombre lleva unos diez mil años pensando de forma más o menos coherente, planteándose preguntas que en ocasiones tardaron mucho tiempo en encontrar una respuesta verdadera.
Imagina lo que pensaría un babilonio sobre natalidad, teniendo en cuenta que sabía lo mismo de genética que yo de alta cocina.

-¿Los niños, los trae al mundo la cigüeña, o la Diosa Naturaleza? En el segundo supuesto, ¿puede uno tirarse a la Diosa Naturaleza? Siendo diosa, estará bien.

Los antiguos ateos sin fe, pensarían en cepillarse a la cigüeña.

Solventado el problema de los bebés, aún quedan el tintero unos cuantos sin responder. Entre otros el famoso... ¿de donde venimos?

Básicamente todos somos descendientes de una célula, la primera célula u organismo vivo que apareció por una asombrosa combinación de agua, fuentes de calor, aminoácidos y mucha potra. Esta célula vivía en algo llamado por los científicos “Sopa primitiva”. Unos cuantos trillones de litros de agua y minerales que nuestra célula usó para reproducirse a mansalva, dividiéndose en mitades y generando células hijas. Yo tendré que vivir en un piso de veinte metros cuadrados y aquella célula hija de puta tenía una esfera de doce mil kilómetros de diámetro para ella sola. Proporcionalmente es como si yo dispusiese de un chalet con jardín del tamaño de la galaxia de Andrómeda. Ya veis las ventajas de llegar primero

Pues bien, aquella celulita continuó haciendo lo mismo, multiplicarse y evolucionar. En el proceso aparecieron nuevos bichos, cada vez más grandes, más feos, y sobre todo, más violentos. La mayor parte se fueron al carajo con glaciaciones, meteoritos, olas de calor y otras putadas que ocurren cada cien mil años, aprox. Al planeta aún le quedaba por sufrir lo peor: los mamíferos. Un nuevo conjunto de especies con la misma mala leche que un caimán, y con la capacidad de adaptación de un dinosaurio de los Parque Jurásico (recordemos, sabían abrir puertas). Se hicieron rápidamente con el cotarro de una Tierra a punto de ser urbanizada. Para esto último, solo faltaba uno por llegar, el Hombre.

Si hay algo que los humanos hacen mejor que el resto de los animales es matar. Comenzamos con los mamuts, y al ver que no era nada divertido, comenzamos a matarnos entre nosotros. Antes de descubrir el fuego, Caín le atizaba a su hermano con un hueso de burro. La herencia de los papis estaba en juego, y un jardincito de esa categoría no era tema baladí.

Ahí está uno de los motores que mueven el Mundo. La pasta, en forma de denarios romanos, (conozco la historia de un Tipo al que vendieron por treinta monedas de plata), o de dólares americanos. Mira tú, me ha salido con rima y todo. El otro motor, es el sexo, o las ganas de sexo, según quién lo diga.

(Continuará)