domingo, junio 25, 2006

Lecciones de enciclopedia

Recuerdo cuando consultaba una enciclopedia roja para hacer trabajos de pequeño. Una Larousse de veinticuatro tomos, creo, que un tipo bien vestido les vendió a mis padres por una pasta. Aquel día el vendedor les contó que todo lo que su hijo debía de saber estaba en esa enciclopedia, y solo en esa. Mi familia quedó convencida casi de inmediato. Yo no lo tenía nada claro, y esperé a consultar el tomo marcado con la letra M.

Mujer: del latín mulĭer, persona del sexo femenino en edad adulta...

Setenta líneas más abajo decidí que el conocimiento que realmente necesitaba con trece años sobre chicas no me lo iba a proporcionar una enciclopedia. Los veinticuatro libracos pasaron a ocupar un lugar reservado en mi habitación. Fueron abiertos media docena de veces, para completar algún trabajo sobre literatura.

Si bien no me sacó de mis incógnitas sobre el mundo femenino, la enciclopedia iba a enseñarme una lección muy importante en la vida: la gente no tiene ni puta idea de nada. Es probable que algún filósofo ya extrajese esta conclusión antes, pero en aquel momento a mi me pareció muy importante. Muchos años más tarde completaría la lección y la segunda parte de esa frase “... y los tipos listos suelen aprovecharse de ello

Estrenando el volumen de la E, redacté un trabajo sobre el Egipto de los faraones. Mil años de historia, desde que empezaron a remover la tierra para plantar lechugas, hasta que terminaron construyendo pirámides, edificios de oficinas y campos de golf para sacerdotes retirados. Tocaba presentarlo en público delante del resto de compañeros, y el profesor de historia preguntó al resto de la clase quién era Akenaton. Las respuestas fueron descorazonadoras: El dios de la guerra, un profeta, y alguna otra sandez. Así que yo subí a la pizarra y comencé a leer el trabajo... cambiando todos los nombres, lugares y fechas de orden. Cualquier historiador se habría cortado las venas con un lapicero antes que terminar de escuchar mis barbaridades. Volví a mi asiento sin que nadie dijese nada, con un notable en historia, y buscándole aplicaciones prácticas a mi recién descubierta modalidad de fraude.

Todo ésto me viene a la mente al redactar la Memoria para mi Proyecto de Fin de Carrera. Teniendo en cuenta que los que lo corrigen no saben de lo que hablo, escribirlo puede ser hasta divertido.

Las mediciones de Chupi-vatios han resultado ser muy bajas. -¿Qué es un chupi-vatio?- se preguntará el profesor. - Aplicamos el Teorema de Peterp Ann... demostramos que a wanbalabula-walanbambú - Um, haré como que me entero y le pondré a este tío un notable.


Y vosotros, ¿también teneis una enciclopedia inutil? ¿Merece el esfuerzo hacer las cosas bien sabiendo que nadie te entiende?