viernes, febrero 03, 2006

Hacerse la foto

Tras largos y duros años encerrado en la facultad, se aproxima el día en el que termino de cumplir condena. Seis años, sin libertad condicional, ni tercer grado. Apenas permisos de verano, de quince dias antes de volver a matarse con los exámenes de Septiembre. Se acabó lo que se daba, y empiezo a organizar los papeles para salir del centro. Lo típico, sacar el cepillo de dientes de la taquilla, la botella de whisky barato que aún no me ha dado tiempo a terminar en la cafetería los días de pellas, y hacerse la foto de graduación. Ésto, damas y caballeros, siempre es un mal trago, y no lo de mi taquilla.

Puedes ver las fotos de años anteriores expuestas en los pasillos. Dos centenares de tíos sonriendo forzadamente, con cara de haber sido jodidos durante cinco, seis, o vaya a usted a saber cuántos años. Con la toga naranja puesta sobre los hombros, una camisa blanca, y la corbata negra. La verdad es que nadie puede salir muy bien ni muy mal, porque la foto es de apenas seis centímetros de alto, así que no se ve una mierda. Es la única manera de meter doscientas fotitos en una cartulina de un metro. Ventaja para los feos pues.

Con la mente tranquila me dirigí yo al aula donde la fotógrafa disparaba indiscriminadamente contra los alumnos. A más de uno le habría disparado yo con otra cosa que no fuese una cámara, pero las matanzas de instituto y universidad son patentes americanas. Aquí lo que nos va es quemar mendigos en los cajeros. Spain is different. A lo que iba, que entro en la habitación y me dan una corbata piojosa, con el nudo mal hecho, y el típico gorrito americano, (que resultó llamarse birrete), no menos piojoso.

- ¿Y ésto? – pregunté señalando al sombrero.
- Para las fotos de veinte por veinticinco.

Si fuese una película, se produciría una secuencia de flashback en blanco y negro en la que marco sin darme cuenta la opción de las fotos grandes en un formulario, y entrego el papel sonriendo. Pero no es una película, y el bueno, (o sea, yo), tiene, veinte segundos antes de salir en la foto que su abuela colgará en el salón, una gota de sudor resbalando por la frente.

- ¡Un segundo, el nudo está mal hecho!-

Me tranquilizo mientras me aparto del objetivo y hago con calma un nudo Windsor digno del mejor ejecutivo de Wall Street. Una pena, porque la corbata es una basura, con menos seda que un chándal Nike. El birrete a la cabeza, y compruebo que se ajusta bien al diámetro de mi melón. Vuelvo a sentarme, mientras la mujer insiste en que sonría. ¿Sonreir? Imposible bajo semejante presión. La foto pasará a la historia familiar en un lugar preferente, y yo debería de poner cara de ganador, pero solo consigo una cara de susto. Qué le vamos a hacer. Habrá que esperar a la foto ganadora cuando ocupe la portada del Times: Men of the Year, elamigodeunamigo

Y a vosotros, ¿también os asustan las fotos para la posteridad?